En todos los años que llevo intentando que los alumnos aprendan a conducir, luego a circular y por último a pasar el examen, lo que más me ha costado a mí personalmente es a acompañarles al examen. Impartir clases pocas veces ha sido problema, mentalizarles para el examen tampoco, lo que nunca he conseguido es NO TENER NERVIOS YO. He intendado siempre aplicarme lo que les recomendaba, pero siempre terminaba pensando "ojalá pudiera pasar el examen por ellos"; cosa que no garatizaba que fuera a aprobar, pero que es duro conocer todo el proceso de formación del alumno, conocer al examinador, saberte los recorridos y tener que estar callada como una muerta para que no se interprete cualquier gesto o palabra como una ayuda.
Bien es cierto que en esta profesión no tenemos un índice de popularidad muy alta porque hay algunas autoescuelas que abusan de hermetismo y dan muy poca información a los alumnos, siempre rebotando en la DGT, y por otro lado los examinadores tampoco a lo largo de los años han hecho nada para suavizar la mala fama que se han ganado; pero si tengo que ser honesta no puedo obviar que he conocido a muchos que conmigo han tenido un trato cordial y que en ocasiones han hecho lo posible para que la persona que se estaba examinando se tranquilizara.
Me acuerdo ahora de una vez en que se examinaba una señora (mujer tenía que ser); ya estábamos todos sentados en el coche y el examinador había dado las instrucciones a los dos alumnos de cómo se iba a desarrollar la prueba.
- Carmen, si no tiene ninguna duda, cuando quiera puede empezar.
La alumna se puso el cinturón, reguló los tres retrovisores, quitó el freno de mano, metió la 1ª velocidad, miró el retrovisor y puso el indicador de dirección a la vez que empezaba a acelerar.
Como el coche no se movía, puso punto muerto, volvió a comprobar el anclaje del cinturón, se reguló de nuevo los espejos, comprobó que el freno de mano no estuviera mal quitado, metió de nuevo la 1ª, señalizó y de nuevo iba acelerando; como todo seguía igual e iba a empezar de nuevo el mismo proceso, el examinador le dijo:
- Carmen, ponga punto muerto y atiéndame. Todo lo que usted está haciendo está perfecto, así que tranquilícese, porque lo único que le falta por hacer es PONER EL MOTOR EN MARCHA.
Com podéis imaginaros a mí no me sacaban una gota de sangre, pero por suerte el examinador con esas palabras consiguió desatascar a Carmen que a partir de ese momento con toda calma siguió las instruciones del examinador que no tuvo más trabajo que aprobarla.
- Gracias- le dijo ella- es que al principio estaba muy nerviosa.
- Nada, mujer eso les pasa a todos, lo importante es saber seguir- le contestó con una media sonrisa el examinador.
Me acuerdo también que en otra ocasión estábamos esperando al examinador; yo había procurado dejar el coche estacionado en cordón, en un lugar suficientemente amplio que con una maniobra ya se pudiera salir.
Como siempre el examinador dió las instrucciones y le indicó a la señora que estaba sentada al volante que cuando estuviera preparada podía empezar.
Ella se ajustó el cinturón, reguló los espejos, metió ¿la marcha atrás? (¿dónde se fue lo que le había dicho y había comprobado que en 1ª ya salía?) y retrocedió medio metro. Puso 1ª y avanzó un metro. Volvió a poner la marcha atrás y retrocedió medio metro.
Yo me quería meter bajo tierra, a la vez que por el retrovisor estaba viendo la cara de asombro del examinador.
- Señora, ¿usted sabe para qué sirve el volante?
- Para girar las ruedas.
- Entonces ¿por qué no lo hace?
- Porque tengo espacio y no hace falta.
- Mire señora, pare el motor, ponga el freno de mano y dé alguna clases más porque le quedan algunas cosas que aclarar.
El examinador me comentó : " Es que ante estas respuestas no se puede hacer nada."
Sólo pude hacer un gesto de ¡¡diosmiodamepacienciaya!! y desearle una buena semana.
